En La Kalsa está la iglesia de San Francisco de Asís, del siglo xiii. Sobre la misma plaza, está la Antica Focacceria di San Francesco, de 1834.
Las calles forman un laberinto. Uno se pierde y se pierde, pero como el barrio no es muy grande y sus límites son el mar y tres avenidas bien conocidas, no hay problema. Muchos balcones están hechos con una reja de hierro y una placa de mármol (hay uno de esos en la tercera foto).
En este edificio, cada departamento tiene su balde, por el que la gente sube las compras (¡no hay escalera!). ¿Se pusieron de acuerdo con el color?
Y al lado de los edificios en ruinas es fácil que se acumule la basura. Este cartel dice: ¡Avergüéncense, sucios e incivilizados! Tiren la basura en los contenedores tal y tal, a tantos y tantos metros.
En un bellísimo palazzo restaurado por Carlo Scarpa en 1957 (el palazzo Abatellis) funciona la Galleria Regionale della Sicilia con una colección de arte medieval y del Renacimiento.
Hay una dulzura infinita en la mirada y en la sonrisa de esta mujer.
En la Kalsa está también Santa Maria dello Spasimo, para la que alguna vez Rafael pintó Lo Spasimo di Sicilia, que ahora está en el Prado.
Hacia el mar están las murallas, las que quedaron del siglo xvi.
Me queda muchísimo por visitar en La Kalsa, y en general en todo el sector de Palermo que da al mar. Me pierdo con las puertas. No sé por qué, pero en Palermo me da por ser minuciosa, me mata la exhaustividad, algo que no me pasa con otras ciudades, como Taormina o la misma Catania (aunque con Catania no sé, humm...).
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