Aretusa era la ninfa predilecta de Artemisa. Artemisa y sus
ninfas pasaban sus días en el bosque que crecía a los pies del Monte Olimpo,
persiguiendo ciervos y cabras. Aretusa era tan pero tan hermosa que se
sonrojaba y se turbaba cuando tenía que estar frente a un hombre.
Durante una cacería Aretusa se alejó demasiado del grupo de
doncellas y llegó a la orilla del río Alfeo, de aguas claras, puras y dulces.
Era un día caluroso, perfecto para un baño. El lugar estaba rodeado de un
extraño silencio, solo interrumpido por el canto de las aves y los patos en el
agua. Aretusa, sabiendo que nadie podía verla, se quitó sus ropas blancas, las
apoyó en el tronco de un sauce y entró al agua. Al llegar a la mitad del río,
el agua a su alrededor comenzó a agitarse y a formar un remolino. Preocupada,
Aretusa decidió salir del agua. Justo en ese momento del centro del río surgió un
hermoso joven que la miraba con ojos enamorados. Aretusa hizo un gran
esfuerzo para llegar a la orilla, y cuando la alcanzó se puso a correr sin
detenerse ni un instante.
Alfeo salió del agua y comenzó a perseguirla. La persecución
duró horas y horas, hasta que Aretusa se dio cuenta de que ya no tenía fuerzas
y de que Alfeo iba a alcanzarla en cualquier momento. Aterrada, le pidió a Artemisa
que la convirtiera en una fuente en un lugar muy lejos de Grecia. Artemisa
ocultó a Aretusa haciendo caer una densa niebla y luego la llevó más allá del mar hacia el oeste, a Siracusa.
Alfeo esperó a que se disolviese la
bruma. Cuando esta desapareció, vio en el lugar donde había estado la
niebla más profunda una fuente a la que rodeaba un hermoso jardín. Alfeo se dio
cuenta de que había sucedido un prodigio y su amor por Aretusa se hizo más y
más intenso.
Los dioses, entonces, sintieron piedad por él, y Zeus le
concedió encontrarse con su amada, pero luego de hacer un grandísimo esfuerzo:
debía cavar un túnel desde el Peloponeso, un túnel que atravesara el mar Jónico y llegara al puerto grande de Siracusa.
La historia no dice cuánto tiempo le llevó a Alfeo hacer el
túnel (como Alfeo era hijo de Océano se me ocurre que tuvo algo de ayuda). Tampoco dice qué le dijo a Aretusa cuando la vio, ni qué pensó Aretusa de todo lo que había pasado.
Pero sí se sabe que vivieron felices para siempre.
Y esta es la fontana Aretusa.
De Siracusa se podría decir lo que Kavafis dijo de Jonia.
Aunque hayan derribado sus estatuas
y estén proscritos de sus templos,
los dioses viven siempre,
oh tierra de Jonia, y es a ti a quien aman,
a ti a quien añoran todavía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario